EL VALOR DE UN INSTANTE
No quiero una luna para mí solo,
en su grandeza me olvido,
en la lejanía me pierdo,
prefiero la tímida luz de una farola
acompañando esas horas de nadie,
cuando mi memoria
recibe la visita de viejos recuerdos,
o me basta un solo reflejo de aquella luna
en unos ojos amigos,
cualquier anochecer de verano
con el mar de testigo,
compartiendo risas o fracasos.